domingo, 21 de febrero de 2016

Tenemos que hablar de Kevin, Lionel Shriver

Autor: Lionel Shriver
Título original: We Need To Talk About Kevin
Editorial: Anagrama
Páginas: 608
ISBN: 9788433974440
Eva es autora y editora de guías de viaje para gente tan urbana y feliz como ella. Casada desde hace años con Franklin, un fotógrafo de publicidad, decide, con muchas dudas, cerca de los cuarenta años, tener un hijo. Y el producto de tan indecisa decisión será Kevin. Pero casi desde el comienzo, nada se parece a los mitos familiares de la clase media urbana y feliz. Eva siente que Franklin se ha apoderado de su maternidad, convirtiéndola en el mero contenedor del hijo por nacer. Y Kevin es el típico bebé difícil, que tortura con sus llantos, que no quiere comer. Se convertirá en el terror de las niñeras, en un adolescente terrible, en el antihéroe a quien sólo le interesa la belleza de la maldad. Al llegar la sangrienta, mortífera epifanía de Kevin, dos días antes de cumplir los dieciséis años, el niño es un enigma para su madre.

Hará ya unos tres años que vi la adaptación cinematográfica de esta novela, y me encantó y requeteflipó. Su meticulosa y atrayente realización, las actuaciones sublimes del reparto y, por supuesto, la temática. Me chiflan las historias que ponen en conflicto temas tan controvertidos como el de este libro, el de la maternidad feliz. Porque sí, poner en tela de juicio que toda madre siente un amor innato hacia sus hijos me resulta una vía inexplorada de cuestiones interesantísimas.

El libro relata, de manera epistolar a través de cartas que Eva le envía a su marido Franklin, los pensamientos de la protagonista acerca de un suceso espeluznante: la masacre cometida dos años atrás por su hijo Kevin en el instituto, donde, cargado con una ballesta, asesina a varios de sus compañeros de instituto. Y esto no es spoiler, se cuenta en las primeras páginas y, realmente, no es más que un desenlace llevado por la carga que arrastra la novela en su epicentro. El exhaustivo análisis que Eva hace sobre su vida, su matrimonio y sus esperanzas sobre la maternidad plagan las páginas en una novela en la que la culpa, los remordimientos y los ¿por qué? no son más que ideas que hay que descartar si queremos llegar al fondo de la cuestión.

Eva describe a su hijo Kevin como un niño malo por naturaleza, que finge ante su padre pero que ante ella se muestra como realmente es. Desde el momento en el que el niño rechaza el pecho de su madre, Eva engendra un desquite hacia su hijo que irá creciendo con el tiempo. Y para entender por qué Kevin es así mientras que su hermana Celia resulta ser todo lo contrario, Eva se plantea toda clase de cuestiones sobre el carácter de las personas, la influencia de los factores externos en uno mismo e incluso el hecho de que no desear a Kevin cuando estaba embarazada de él fuese la causa primigenia de tal malévola personalidad.

Pero aparte de eso, Eva reflexiona abiertamente sobre todo tipo de temas, con la cultura americana (contrapuesta a sus orígenes europeos) como telón de fondo. Franklin es un personaje, desde mi punto de vista, odioso, un padre norteamericano de pies a cabeza, con todas las ideas republicanas que eso conlleva. Pocas veces he sentido tal antipatía hacia un personaje como en este caso, y eso, unido al hecho de que Eva es un polo totalmente contrario a él, me ha resultado algo incongruente. 

En muchas ocasiones, Eva se iba por derroteros que no me llamaban la atención, lo que hizo que el comienzo del libro se me hiciese un poco pesado. A mí me interesaba la trama de Kevin, que tanto había disfrutado en la pantalla, verla trasladada al papel, y a partir del momento de su nacimiento la historia me atrapó por completo. Lionel Shriver no tiene un estilo que me atraiga especialmente, pero si algo sabe esta escritora es sacarle jugo a cada uno de los temas que toca. Sin embargo, no puedo dejar de mencionar esa querencia (que, además, e irónicamente, parece existir de manera irremediable en todo norteamericano) por infundir un sentido de benevolencia y redención en todos sus personajes. Para mí Kevin es, y siempre será, un niño malo, entendiendo esto como una cualidad a la par que moreno, alto y de ojos castaños. Por eso, tras haberse pasado 600 páginas incidiendo en esta cuestión, no me trago que todo se subvierta en unas cuantas líneas.


En ocasiones he tenido conflictos con su lectura, puesto que la autora me ponía al filo de la discordia con opiniones totalmente contrarias a las mías, pero eso es lo bueno de la literatura, y si algo hay que concederle a Lionel Shriver es su capacidad para poner en entredicho asuntos candentes, tabú, de esos que es mejor no mencionar. Así que os invito a que disfrutéis de una lectura inquietante, en ocasiones perturbadora, pero real como la vida misma.