Fábula moral acerca de la condición humana, El Señor de las moscas es además un prodigioso relato literario susceptible de lecturas diversas y aun opuestas. Si para unos la parábola que William Golding estructura en torno a la situación límite de una treintena de muchachos solos en una isla desierta representa una ilustración de las tesis que sitúan la agresividad criminal entre los instintos básicos del hombre, para otros constituye una requisitoria moral contra una educación represiva que no hace sino preparar futuras explosiones de barbarie cuando los controles se relajan. |
En una isla desierta se estrella un avión cuyos pasajeros son un numeroso grupo de estudiantes británicos de entre seis y doce años. Ante la oportunidad de disfrutar de la isla sin la supervisión de los adultos, los niños pronto se dan cuenta de que la única manera de sobrevivir es organizándose. Es por eso que cuando Ralph, uno de los mayores, sopla una caracola para reunir una asamblea, es elegido como jefe del grupo.
Así se ponen en marcha las primeras tareas en la isla: Jack y sus compañeros se encargarán de la caza, los "peques" ayudarán con las cabañas, unos buscarán frutas y agua, y los demás, subirán hasta la montaña para crear una hoguera y mantenerla encendida para que los puedan rescatar.
Todo parece claro y marcha bien hasta que los chicos empiezan a olvidarse de sus deberes y a holgazanear. Jack está obsesionado con la caza, los peques temen a una bestia que nunca han visto, y Ralph se desespera porque nadie atiende la hoguera. Piggy, el mejor amigo de Ralph, y el más inteligente de la isla, empieza a sospechar de las malas intenciones de Jack, y no va tan desencaminado: la cabeza de un cerdo clavada en una lanza como símbolo de poder, no hace más que acrecentar la idea de que la violencia y el salvajismo se está asentando entre el grupo de chicos.
Así se ponen en marcha las primeras tareas en la isla: Jack y sus compañeros se encargarán de la caza, los "peques" ayudarán con las cabañas, unos buscarán frutas y agua, y los demás, subirán hasta la montaña para crear una hoguera y mantenerla encendida para que los puedan rescatar.
Todo parece claro y marcha bien hasta que los chicos empiezan a olvidarse de sus deberes y a holgazanear. Jack está obsesionado con la caza, los peques temen a una bestia que nunca han visto, y Ralph se desespera porque nadie atiende la hoguera. Piggy, el mejor amigo de Ralph, y el más inteligente de la isla, empieza a sospechar de las malas intenciones de Jack, y no va tan desencaminado: la cabeza de un cerdo clavada en una lanza como símbolo de poder, no hace más que acrecentar la idea de que la violencia y el salvajismo se está asentando entre el grupo de chicos.
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